Versículo 46. Señor, Señor...  Dios juzga el corazón, no por las palabras, sino por las obras. Un buen siervo nunca discute, habla poco y siempre sigue su obra. Tal siervo es un verdadero cristiano: tal es un ministro fiel, siempre atento a la obra de su propia salvación, o a la de su prójimo; hablando más a Dios que a los hombres; y a éstos como en presencia de Dios. La lengua es comparada con una bomba que vacía el corazón, pero no lo llena ni lo limpia. El amor de Dios es un manantial oculto, que abastece continuamente el corazón y no permite que se seque o quede sin fruto.  Quesnel .

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