Pero él mismo se fue un día de camino por el desierto, y vino y se sentó debajo de un enebro; y pidió para sí mismo morir; y dijo: Basta; ahora, oh SEÑOR, (c) quita mi vida; porque yo no soy mejor que mis padres.

(c) Es tan difícil controlar nuestra impaciencia en la aflicción, que los santos no pudieron vencer la misma.

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