Y vino Acab a su casa pesado y enojado por la palabra que le había hablado Nabot de Jezreel, porque había dicho: No te daré la heredad de mis padres. Y lo acostó (b) en su cama, volvió el rostro y no quiso comer pan.

(b) Por tanto, los impíos no consideran lo que es justo y lícito, sino que se inquietan interiormente cuando no pueden satisfacer sus excesivas concupiscencias.

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