Cuando Daniel supo que la escritura estaba firmada, entró en su casa; y estando abiertas las ventanas de su cámara hacia Jerusalén, se arrodilló tres veces al día, oró y dio gracias delante de su Dios, como antes.

(e) Como no quería mostrar con su silencio que estaba de acuerdo con este decreto inicuo, abrió sus ventanas hacia Jerusalén cuando oraba: ambos para animarse con el recuerdo de las promesas de Dios a su pueblo, cuando debían orar hacia ese templo, y también para que otros pudieran ver que él no consentiría ni de corazón ni de hecho durante estos pocos días en nada que fuera contrario a la gloria de Dios.

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