Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.

(a) Esto es un consuelo para la Iglesia, asegurándoles que nunca estarán desprovistos de profetas por los cuales exhorta a los verdaderos ministros de Dios que fueron entonces, y también a los que vendrían después de él, a consolar a los pobres afligidos y a asegúrales de su liberación tanto del cuerpo como del alma.

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