(3) Pero, ¿a qué compararé esta generación? (e) Es como los niños que se sientan en los mercados y llaman a sus compañeros,

(3) No hay ninguno que sea enemigo más acérrimo y obstinado del evangelio que aquellos a quienes debería ser más aceptable.

(e) Él culpa a la perversidad de esta época, por un proverbio, en el sentido de que no podían ser movidos ni con rudeza ni con suavidad.

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