(4) Pero que la paciencia tenga [su] obra perfecta, para que seáis perfectos y completos, sin falta de nada.

(4) El tercer argumento, propuesto a modo de exhortación, es que la paciencia verdadera y duradera puede distinguirse de la falsa y temporal. La aflicción es el instrumento que Dios usa para pulirnos y refinarnos. Por tanto, mediante la obra y el efecto de las aflicciones, somos perfeccionados en Cristo.

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