(27) Pero los hijos de Belial dijeron: ¿Cómo nos salvará éste? Y lo despreciaron y no le trajeron presentes. Pero se mantuvo en paz.

Aunque parecía que la voz general estaba con Saúl, hubo otros que lo rechazaron. ¡Pobre de mí! ¿No es la misma naturaleza humana en todas las épocas? Así nuestro adorado Redentor, mientras esas preciosas almas cuyos corazones el Señor ha regenerado, siguen a Jesús adondequiera que va; Doblar la rodilla, inclinar el corazón y traer presentes de todas sus pobres ofrendas pueden mostrar para testificar su amor y apego, hay hombres de Belial que desprecian la redención, y en efecto, si no en palabra, virtualmente dicen, no lo haremos. que este hombre reine sobre nosotros.

REFLEXIONES

¡LECTOR! mientras tú y yo contemplamos al anciano profeta derramando la copa de aceite sobre la cabeza de Saulo, que nuestra meditación despegue, y por fe contemple al Espíritu Santo ungiendo a Jesucristo de Nazaret e instalándolo en todos estos oficios por los cuales nuestras almas viven bajo su precioso ejercicio de ellos a través de todos los departamentos de la gracia. ¡Sí, bendito Jesús! te alabamos rey de Sion! Te contemplamos, consagrado a nuestro gran sumo sacerdote para siempre.

Y te aceptamos como el profeta ungido de nuestro Dios, para predicar buenas nuevas a los mansos y para proclamar el año agradable del Señor. Te vemos como el Cristo de Dios, el glorioso Dios-hombre establecido y ungido como Mediador ante todos los mundos. Y ¡oh! para que tu nombre, en su grato olor, sea como la fragancia del santo ungüento derramado. por tanto, las vírgenes te aman.

¡Y querido Jesús! como agradó a Dios, el Dios tuyo, ungerte como Mediador con óleo de alegría para y sobre tus compañeros; ¡Oh, que una porción de esa unción sagrada del Espíritu Santo, que fue derramada sobre ti sin medida, descendiera sobre nosotros como el ungüento precioso sobre la cabeza de Aarón, que corría hasta las faldas de sus vestiduras! ¡Sí! oraríamos por la porción más grande y completa de esa rica unción, que enseña todas las cosas.

Deseamos codiciar la misma santa unción que, que fluye de ti, convierte a todo tu pueblo en sacerdotes y reyes para Dios y el Padre. Y desearíamos ser hechos partícipes de tu gracia, que por el ejercicio de ella, nuestras almas pudieran ser capaces de aferrarse a ti, por una fe viva, para vivir de tu Persona, para depender de tu justicia, y caminar siempre contigo, en todos los departamentos de nuestro peregrinaje aquí, hasta que lleguemos a morar contigo para siempre, como hombres cuyos corazones en verdad has tocado, y que no pueden dejar de seguirte.

Y concede, bendito y amado Jesús, que en los dones de tu Espíritu Santo, no nos des simplemente otro corazón, sino un corazón nuevo, la renovación del Espíritu Santo, derramado sobre nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Señor: así seremos, en verdad, reyes y sacerdotes para el Padre, y coherederos de ese reino, que no puede ser movido.

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