REFLEXIONES

¡Mi alma! en aquellos ammoritas he aquí los enemigos jurados, no solamente del Israel de antaño, sino del Israel de Dios, en todos los siglos. Cuán vivos están para hostigar y afligir a los creyentes. El oprobio de Israel es su deleite. Sacarles el ojo derecho sería su mayor alegría. ¿Y cómo has estado tú, alma mía, dispuesta a servirlos, como a los hombres de Jabes de Galaad, y a hacer algún pacto con ellos, si quisieran ser fáciles en su gobierno?

¡Queridísimo Jesús! Sea eternamente alabado, porque no me dejaste descansar en este yugo del pecado, sino que viniste en mi rescate, y obtuviste la victoria, y derribaste a los tuyos y a mis enemigos debajo de tus pies. ¡Oh! Concédeme, Señor celestial, que nunca más, después de una liberación tan completa, sea sometido al dominio del enemigo, ni busque con mezquindad la paz con tus enemigos y con mis enemigos jurados.

Dame gracia y fuerza, abierta y valientemente en tu gran nombre, para hacer la guerra contra el pecado, Satanás y el mundo. Y en toda mi guerra espiritual, haz como el gran Capitán de tu pequeño ejército, avanza delante de mí y hazme más que vencedor, a través de ti, que me has amado. Que esta sea mi canción de todos los días; el Señor es mi luz y mi salvación, a quien entonces temeré; el Señor es mi fuerza y ​​mi cántico, y él es mi salvación.

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