(47) Entonces Saúl tomó el reino de Israel, y peleó contra todos sus enemigos por todas partes: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Zoba y contra los filisteos; y dondequiera que se volviera, los irritaba. (48) Reunió un ejército, derrotó a los amalecitas y libró a Israel de manos de los que los despojaban. (49) Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Ishui y Melquisúa; y los nombres de sus dos hijas fueron estos; el nombre del primogénito Merab, y el nombre del menor Mical. (50) Y el nombre de la mujer de Saúl era Ahinoam, hija de Ahimaas; y el nombre del capitán de su ejército, Abner, hijo de Ner, hijo de Saúl. tío.

(51) Y Cis fue el padre de Saúl; y Ner, padre de Abner, era hijo de Abiel. (52) Y hubo una guerra encarnizada contra los filisteos todos los días de Saúl; y cuando Saúl veía a algún hombre fuerte o valiente, lo llevaba consigo.

La victoria, que comenzó con medios tan pequeños e insignificantes, como Jonatán y su escudero, se llevó a cabo con grandes hazañas. Debería parecer, como si el Señor quisiera que Israel aprendiera de ello, cuánto fue su misericordia para con su pueblo, a pesar de sus inmerecidos. si espiritualizamos el tema, en lo que concierne al pueblo de Dios, ahora se nos muestra la misma lección de gracia. Podemos, sin ir muy lejos en la investigación de nuestras vidas, ver lo suficiente como para descubrir que nuestro éxito está totalmente en el favor de Dios, no en el mérito del hombre; que la gracia no es otorgada por nuestros méritos, ni retenida por nuestras transgresiones.

La salvación rica y plena de Jesús, fundada como está en el amor libre y soberano, como el rocío del cielo, no espera al hombre, ni se demora en los hijos de los hombres; sino que nos llega por la misericordia del Señor, y tiene por principio el amor de Dios y por fin la gloria de Dios. Porque de él, por él y para él, son todas las cosas; a él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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