REFLEXIONES

LEE, alma mía, en el carácter de este rey de Israel engañado, miserable e insensato, la triste historia de todo hombre no renovado, por naturaleza. Ciego a todo su propio interés real y felicidad; y entregándose a obrar toda malicia con codicia. Y no todos los hombres en este estado van a la persecución y sin importar su propia felicidad. No ve la luz de la vida. No sabe nada de Jesús y su justicia, pero está lleno de envidia, odio y toda obra mala. ¡Pobre de mí! ¿Qué abrirá sus ojos o despertará su mente a la aprehensión apropiada del bien y del mal?

Lee, alma mía, en las persecuciones incansables del pobre David, el estado feliz, a pesar de todas las circunstancias externas, de los piadosos en Cristo Jesús. Aunque arrojados, fugitivos y vagabundos, con demasiada frecuencia a la vista de los hombres, o, como dice David, como una pulga o un perro muerto, sin valor; escogido de Dios y precioso. Están crucificados con Cristo; expuestos a la rabia y la violencia de Satanás y los hombres malos; y peor que todo, a los restos de la corrupción que habita en su propia naturaleza.

Pero, oh querido Señor, qué dulce y refrescante es el pensamiento, más es el que está con nosotros, que todos los que están contra nosotros. Todos los Saúl, que ahora nos persiguen, saben como él respecto a David, que el Señor ha establecido su reino en el corazón de su pueblo. Sea esto, oh Dios mío, mi consuelo eterno en toda prueba. Pobre, miserable, perseguido y profundamente probado, aunque yo pueda serlo en mí mismo, sin embargo, Jesús defenderá mi causa y me apoyará en todas las dificultades.

¡Señor! me llevas a través de todas las cuevas de En-gedi, y las montañas, y el estado salvaje de mi guerra; sosténme bajo toda carga; aligera cada cuidado; soporta uno en cada prueba; guíame a través de toda oposición; tráeme constantemente cerca de tu trono de gracia, y finalmente tráeme a casa a tu trono de gloria.

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