18) Entonces Abigail se apresuró y tomó doscientos panes, dos odres de vino, cinco ovejas ya preparadas, cinco medidas de maíz tostado, cien racimos de pasas, doscientas tortas de higos y los puso sobre culos. (19) Y dijo a sus siervos: Pasad delante de mí; he aquí yo vengo en pos de ti. Pero ella no le dijo a su esposo Nabal. (20) Y sucedió que, mientras ella cabalgaba sobre el asno, descendió por el encierro del collado, y he aquí David y sus hombres descendieron contra ella; y ella los conoció.

(21) Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado todo lo que este hombre tiene en el desierto, de modo que nada se perdió de todo lo que le pertenecía; y él me pagó mal por bien. (22) Así y más hace Dios también a los enemigos de David, si dejo de todo lo que le pertenece a la luz de la mañana alguno que pisotee la pared. (23) Y cuando Abigail vio a David, se apresuró, y encendió el asno, y se postró ante David sobre su rostro, y se postró en tierra, (24) y cayó a sus pies, y dijo: Sobre mí, señor mío. sobre mí sea esta iniquidad; y tu sierva, te ruego, hable en tu audiencia, y oiga las palabras de tu sierva.

(25) Te ruego que mi señor no mires a este hombre de Belial, a Nabal, porque como es su nombre, así es él; Nabal es su nombre, y la locura hay con él; pero yo tu sierva no vi a los jóvenes de mi señor, que tú enviaste. (26) Ahora pues, señor mío, vive el SEÑOR y vive tu alma, que ya que el SEÑOR te ha impedido venir a derramar sangre y a vengarte con tu propia mano, ahora tus enemigos y los que buscan malvado para mi señor, sé como Nabal.

(27) Y ahora esta bendición que tu sierva ha traído a mi señor, sea dada a los jóvenes que siguen a mi señor. (28) Te ruego que perdones la ofensa de tu sierva, porque el SEÑOR ciertamente hará de mi señor una casa segura; porque mi señor pelea las batallas del SEÑOR, y no se ha hallado en ti mal en todos tus días. (29) Aún se ha levantado un hombre para perseguirte y buscar tu alma; pero el alma de mi señor será atada en el manojo de la vida con el SEÑOR tu Dios; y las almas de tus enemigos las arrojará como de en medio de una honda.

(30) Y sucederá cuando el SEÑOR haya hecho a mi señor conforme a todo el bien que ha dicho de ti, y te haya nombrado príncipe sobre Israel; (31) Para que esto no sea para ti aflicción, ni escándalo de corazón para mi señor, ya sea que hayas derramado sangre sin causa, o que mi señor se haya vengado a sí mismo; pero cuando el SEÑOR haya hecho bien con mi señor, entonces acuérdate tu sierva.

No necesito ofrecer ningún comentario, a modo de explicación de lo que ya es tan claro; o de recomendar lo que es tan bello en sí mismo, en esta conducta y dirección de Abigail, a la atención del Lector. Pero, aunque dejaría al lector con sus propias reflexiones sobre este pasaje tan interesante del capítulo, no puedo permitirle que continúe, sin pedirle que me comente, cuán evidentes deben haber sido la sabiduría y la gracia de Dios. trabajando en la mente de Abigail, para inducir esta conducta.

¡Oh señor! es dulce, muy dulce, observar cómo un Dios misericordioso arregla y dispone mil cosas para realizar los propósitos y consejos de su propia voluntad. Si Abigail conocía al Señor, o si no, en este momento, sin embargo, Dios se complació en hacer de ella un instrumento para salvar el derramamiento de sangre, para proteger y proteger a los inocentes de ser incluidos en la calamidad común con los malvados, y para mantener alejado del pecado a su siervo David.

Quizás David se refirió a este caso cuando se expresó en ese Salmo, de ser guardado de pecados presuntuosos. Salmo 19:13 .

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