REFLEXIONES

ESPERO que el Lector sienta su alma atraída por la mía, tanto para admirar como para adorar la fidelidad de Dios, en su liberación del pobre David de la trampa en la que lo había llevado su falta de fidelidad en su Dios. Seguramente nadie más que un Dios sabio podría haber encontrado los medios para sacarlo del doble peligro al que lo habían llevado su locura y su pecado. Aparentemente, no había forma de escapar, pero o debía haber demostrado ser un traidor a su país o un traidor a su amigo.

Y seguramente nadie sino un Dios fiel habría dado la gracia de haberlo sacado, cuando su propia infidelidad había perdido tan justamente el favor del Señor. Pero, ¡oh, querido Señor! Cuán claramente se nos enseña en este y en cualquier otro caso de tu paso por la inutilidad de tu pueblo, que no desempolvas esto por nuestro propio bien, sino por tu propio gran nombre y tu gloria. Por eso, bendito Señor, manifiestas tu fidelidad al enviar la prueba tras nuestra infidelidad.

Y manifiestas tu fidelidad al guiarnos a través de la prueba. Y despliegas las riquezas de tu gracia y plenitud de fe, al hacer que su terminación ministre para tu gloria y nuestro bienestar. ¡Oh precioso Jesús! en cada caso de mis pobres vagabundeos e incredulidad, y miedo, y cosas por el estilo, trátame con tanta misericordia y ternura. Y mientras me compadezcas de mi indignidad, que tu gracia sea suficiente para mí, y que tu fuerza se perfeccione en mi debilidad.

Lamento, querido Señor, que al igual que David, con demasiada frecuencia he pensado y temido que, a pesar de todas tus misericordias y manifestaciones pasadas, un día me dejaría morir a manos del enemigo. Pero en tu gracia al enviar dificultades y cerrar mi camino con espinas, he probado tu misericordia. Por tanto, puedo poner mi Ebenezer en todas las pruebas de tu amor, y hallaré motivos para decir con David: Sé, oh Señor, que tus juicios son justos, y que tú con toda fidelidad me has causado turbación.

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