(8) Y David dijo a Aquis: Pero, ¿qué he hecho? ¿Y qué has hallado en tu siervo desde que estoy contigo hasta este día, para que no pueda ir a pelear contra los enemigos de mi señor el rey? (9) Y Aquis respondió y dijo a David: Sé que eres bueno ante mis ojos, como un ángel de Dios; no obstante, los príncipes de los filisteos han dicho: No subirá con nosotros a la batalla.

(10) Por tanto, levántate ahora de mañana con los siervos de tu señor que han venido contigo; y tan pronto como te hayas levantado de mañana y amanezcas, sal. (11) Entonces David y sus hombres se levantaron temprano para partir por la mañana y regresar a la tierra de los filisteos. Y los filisteos subieron a Jezreel.

Además de los motivos aquí asignados para sacar a David del ejército de los filisteos, en el capítulo siguiente aparece que el Señor tenía servicios para él en ese momento en otro lugar. Así el Señor ordena todos nuestros caminos, y todo el proceder de su pueblo es del Señor. Aunque David parecía herido por el hecho de que no se le permitiera ir a la batalla, sin duda, como no tenía ninguna dirección del Señor para este propósito, no podía estar muy ansioso por hacerlo.

De hecho, David estaba consciente de que estaba fuera del camino del deber. Y tal vez esto había provocado timidez en sus visitas a un trono de gracia. ¡Lector! lo que se relata en este capítulo, y de hecho toda la conducta de David, desde el momento en que asumió el pensamiento impropio de que un día perecería por la mano de Saúl, no es mérito de David. Vemos en él lo que sentimos en nosotros mismos, y lo que hacen los mejores hombres, pero lo manifiestan demasiado plenamente, que hay una gran cantidad de la vieja estirpe de la naturaleza, así como los nuevos manantiales de gracia en los fieles siervos de Dios.

Mucha corrupción mezclada con mucha fe. ¡Oh! ¡Cuán necesario, entonces, es que el gran autor de la fe mantenga sus preciosas comunicaciones para mantener viva su gracia en el alma! David cantó dulcemente hasta este punto, cuando dijo: Sosténme y estaré seguro; y respetaré tus estatutos continuamente. Salmo 119:117 .

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