REFLEXIONES

Es muy gratificante leer detenidamente la palabra de Dios, cuando vemos a sus siervos celosos por su honor y haciendo de su gloria el primer objeto de su preocupación. Y sin embargo, en diferentes épocas de la iglesia, y bajo las diferentes dispensaciones de las escrituras del Antiguo Testamento o del Nuevo, contemplamos varios personajes, aún es precioso observar cómo los hijos del Señor tienen todos un rasgo familiar en su conocimiento y amor por él.

Engendrado por el mismo Padre; comprado por el mismo Redentor; y bajo la influencia del mismo Espíritu; son adoptados en la misma filiación y son herederos de Dios y coherederos con Cristo. La imagen del Señor son transformados por gracia; están impresionados con él, porque está grabado en sus frentes, y el Espíritu del Señor está en sus corazones. Para que todo lo que les concierna se vuelva precioso e interesante.

Dios su Padre los marcó como los suyos desde la eternidad; y en la persona de su amado Hijo los eligió y los amó desde toda la eternidad. Y con el tiempo ha provisto todas sus necesidades y los cuida con pensamientos de paz, y no de maldad, para darles un final esperado. Dios el Hijo los recibió de su Padre como su regalo, y al convertirse en su esposo, cabeza y fiador, los hizo la compra de su sangre y se interesó en todo lo que les concernía, a través del tiempo y por toda la eternidad.

Y Dios el Espíritu, en su bendición, emprendió en su gracia el trabajo de llevarlos a familiarizarse con el Padre y con Cristo, y convertirlos en súbditos voluntarios de su gracia en el día de su poder. De modo que de la misericordia, el amor y la bendición unidas de los tres sagrados en uno, sus mentes, como la de Josafat, se inclinan secretamente al amor, la reverencia, la obediencia y la fe de Dios en Cristo.

Desean amar lo que el Señor ama y odiar lo que el Señor odia. Oran para ser llevados a una santa conformidad con su voluntad en todas las cosas. Jesús es precioso, su palabra, sus ordenanzas, sus leyes, su pueblo. Y mientras se deleitan en todo lo que tiende a promover la gloria del Redentor, se sienten angustiados por todo lo que deshonra su santísimo nombre o su palabra. ¡Lector! ¿Son estos, más o menos, en todas las épocas los verdaderos personajes del pueblo de Dios? Deje que su corazón y el mío se encarguen de que tengamos tales testimonios de nuestra adopción y filiación.

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