REFLEXIONES

MIENTRAS contemplo a Salomón ocupado en la construcción de casas y yendo como comerciante a recoger riquezas; Señor, yo diría, hazme un maestro constructor sabio, y el verdadero comerciante que busca buenas perlas, incluso la perla de buen precio.

Sobre ti, bendijiste a Jesús, como la principal piedra del ángulo que Dios el Padre puso en Sion, que yo edificaría tanto para mi presente como para mi morada eterna. Y Señor, enséñame de tal manera que edifique que cuando los vientos, las tormentas y la lluvia desciendan, fundamentada en ti la roca de los siglos, yo nunca caiga, sino que permanezca en ti y en ti para siempre.

Y como buen comerciante, puedo buscarte, el precioso tesoro escondido en el campo; necesitando no ir a Ezion-geber, y a Eloth, pero puede encontrarte a la entrada de las puertas y a la entrada de las puertas. ¡Sí! Bendito Jesús, tú estás firme, y clamas, y proclamas tus riquezas, sí, riquezas duraderas y justicia, sin dinero y sin precio. ¡Oh! ¡Entonces, querido Señor! Enséñame a mi alma esta preciosa mercancía, cómo un pobre pecador puede ser eternamente rico en recibir de un Salvador pleno, a quien cuanto más da, más tiene para dar; y cuantos más pecadores insolventes empobrecidos recibe, más glorioso se vuelve él mismo.

Aquí, Señor, quisiera por una vez ser verdaderamente codicioso y desear hacer de este el negocio lucrativo de toda mi vida. Por esto, me levantaría temprano, descansaría tarde y comería el pan de la prudencia, para que Jesús, con toda su plenitud, Dios con todas sus promesas, y el Espíritu Santo con todas sus influencias, pudiera llevar a casa a mi casa, a mi corazón, a mi alma; y vive y deléitate con ellos por los siglos de los siglos.

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