Mientras leemos en este relato cómo Jehú vadeó la sangre, ruego al lector que tenga en cuenta que actuó como el instrumento del Señor. La comisión fue del cielo. Y cuando tomamos en cuenta cómo Acab con su idolatría había estado arruinando las almas así como los cuerpos de Israel, ¡seguramente una impiedad tan atrevida requería más que una venganza ordinaria!

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