(21) Y el rey dijo a Joab: He aquí, yo he hecho esto; ve, pues, y trae de nuevo al joven Absalón. (22) Y Joab cayó en tierra sobre su rostro, y se inclinó, y dio gracias al rey; y Joab dijo: Hoy tu siervo sabe que he hallado gracia en tus ojos, oh rey señor mío, en que el rey ha Cumplió el pedido de su siervo. (23) Joab se levantó, fue a Gesur y trajo a Absalón a Jerusalén.

Recuerda, lector, que antes de que Joab enviara a la mujer de Tecoa a favor de Absalón, se dice que el corazón del rey estaba hacia él. El amor eterno de Dios por los pobres pecadores está en él y en él mismo; los manantiales de la gracia no tienen otra fuente, sino el amor infinito y la misericordia de Dios. El Señor Jesús a la verdad compró nuestra redención con su sangre, pero no el amor de Dios, que dio origen y se manifestó en esa redención.

Le ruego al lector que lea una escritura bendita de nuestro querido Señor sobre este punto, que nunca se puede leer con demasiada frecuencia, ni se puede recordar con demasiada calidez en el corazón. El pasaje al que me refiero es aquel en el que Jesús ora por todos los frutos del amor de su Padre por su pueblo; pero no por el amor mismo del Padre. No os digo (dijo Jesús) que rogaré al Padre por vosotros; porque el Padre mismo los ama.

Y, de hecho, fue este amor de Dios el que dio origen a la venida del Salvador. Ver Joh_16: 26-27; Joh_3: 16. Y no fue este amor originalmente; es más, ¿no es el mismo amor ahora el que lleva a nuestro Dios y Padre misericordioso a llamarnos a él en y por el Señor Jesús, nuestro Todopoderoso Intercesor por nosotros a la diestra del poder? ¡Oh! gloriosa fuente unida de todas nuestras alegrías! La gracia soberana y gratuita del Padre; y la justicia eterna y la abogacía del Hijo; por el cual se cumple el concilio de paz entre las Personas de la Deidad, y la gracia reina por medio de la justicia para vida eterna, por Jesucristo nuestro Señor. Romanos 5:21 .

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