(9) Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? déjame ir, te lo ruego, y quitarle la cabeza. (10) Y el rey dijo: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Maldice, pues, porque el SEÑOR le ha dicho: Maldice a David. ¿Quién, pues, dirá: Por qué has hecho así? (11) Y David dijo a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo, que salió de mis entrañas, busca mi vida: ¿cuánto más puede hacer ahora este benjamita? déjalo, y déjalo maldecir; porque el SEÑOR le ha ordenado. (12) Puede ser que el SEÑOR mire mi aflicción, y que el SEÑOR me pague bien por su maldición de hoy.

A menudo he admirado la conducta de David en esta ocasión, y secretamente me he sentido guiado a observar cuán misericordiosamente el SEÑOR le permitió actuar de esa manera. Pero he sido inducido aún más, tanto a admirar como a adorar la misericordia del SEÑOR en medio de sus aflicciones, en la abundante provisión de gracia que le ha sido impartida. Bien podría decir David que su cántico debería ser de misericordia y juicio, y que dirigiría este cántico a DIOS; pues aquí, así como en muchos otros períodos de su maravillosa vida, encontró la ocasión de cantar sobre ambos, sorprendentemente mezclados.

DIOS evidentemente lo estaba visitando para juzgarlo. Pero en medio del juicio le dio grandes pruebas de misericordia. Le ruego al Lector que se lleve consigo, en la lectura de la conducta de David con respecto a Simei, esas diversas y dulces instrucciones que trae. Maldice Simei, dice David, porque el SEÑOR se lo ha mandado. No es que David quisiera decir que Simei hizo lo correcto en lo que hizo, ya que se respetó a sí mismo; porque el pecado de Simei fue el mismo, aunque el SEÑOR lo anuló para bien; pero quiso decir, que DIOS ahora estaba afligiendo a David, y por lo tanto hizo uso de esta vara, por mala que fuera, para lograr su santo propósito.

¡Lector! es precioso justificar a DIOS en todas nuestras aflicciones. El SEÑOR no puede hacer iniquidad, eso es cierto. David vio la mano del SEÑOR en él, y eso fue suficiente; no tenía una palabra que decir a modo de queja. Maldice él, el SEÑOR le ha mandado. Pero esto no es todo: como la mano del SEÑOR está en esta aflicción, David fue llevado a la esperanza de un resultado feliz. Puede ser, dijo David, que el SEÑOR me pague bien por su maldición de hoy.

Sin duda David sintió todo lo que la naturaleza debería sentir en los reproches de Simei; pero, al contemplar al mismo tiempo que el SEÑOR lo había comisionado, la confianza en las promesas del pacto de Dios le hizo concluir que el fin sería la paz. ¡Lector! mira si tus aflicciones tienen este tema santificado. ¿Ves la mano del SEÑOR en ellos? ¿Te llevan a DIOS? ¿Le incitan a aprobar a DIOS? La oración de Job a este efecto es una oración dulce; Enséñame tú lo que no veo; si he cometido iniquidad, no lo haré más. Job 34:32 .

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