REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿Eres padre, padre o madre? ¡Y eres tú mismo un participante de la gracia, mientras que los de tu casa no tienen gracia! Si es así, será mejor que entres en una comprensión adecuada de los sentimientos de David por su hijo. ¡Oh! lo desconocido, las inexpresables agonías de la mente, al ver a aquellos a quienes el SEÑOR ha hecho cercanos y queridos para nosotros en los lazos de la naturaleza, totalmente desprovistos de unión en los lazos de la gracia. ¡Oh! ¿Acaso aquellos padres piadosos, a quienes el SEÑOR llama a los dolorosos ejercicios de la naturaleza, en las brechas hechas por la muerte, en sus años de infancia, acaso recordaron los agravios acumulados del dolor, que acompañan a la muerte de los niños sin gracia, maduros en años, y madurado en iniquidad; ¡Cómo aprenderían a bendecir a DIOS, en esos casos en los que impiden la sabiduría y la misericordia! ¡Seguramente, señores! es mucho, mucho mejor, y un privilegio mucho mayor también, seguir a los niños a su tumba, que tenerlos más tiempo con nosotros, para ser entrenados para la miseria eterna. ¡Qué herida da el mismo pensamiento cuando entra en la imaginación!

¡Pero lector! ¡Qué agravación de la miseria es cuando, como en el caso de David, la mano del SEÑOR debe ser rastreada en los males que brotan de nuestra casa, de los hijos de nuestras entrañas! Cuando David miró alrededor de los muros de su morada y contempló las vacantes que había dejado la muerte, y las marcó como castigos divinos, bien podría exclamar: ¡Oh, Absalón! ¡mi hijo! ¡mi hijo!

¿Y no hay alivio para tal estado? ¿No hay bálsamo en Galaad, no hay médico? Sí, bendito sea DIOS, hay ambos. ¡Oh! precioso, precioso JESUS! ¿Dónde, sino para ti, debería hallarse el bálsamo? ¿O qué médico, sino tú mismo, podría curar enfermedades tan complicadas? Enséñame entonces, querido JESÚS; enséñale que lee; Enséñale a cada alma pobre angustiada y ejercitada que cree, a hacer lo que hizo David, después de toda esta serie de problemas.

Enséñale a nuestras almas a mirarte. Y cuando nuestros Absaloms, nuestros Amnons y todos nuestros dolores se multipliquen, mirar a JESÚS y decir como lo hizo David; Aunque mi casa no sea así con DIOS; sin embargo, ha hecho conmigo un pacto eterno, ordenado en todo y seguro. Y esta es toda mi salvación, y todo mi deseo, aunque él haga que no crezca.

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