Observe el carácter espantoso de este sacerdote becerro de oro. Mientras lleva a cabo una acusación privada contra el pobre Amós ante el rey, le recomienda, como un amable amigo, que huya de su posición y se gane el favor popular entre los hombres de Judá. Quizás pretendía, si hubiera cumplido su propósito, traerlo de regreso para castigarlo, ya que su huida habría implicado su culpa en el cargo de conspirar contra el rey.

Y como Amasías no tenía ningún objeto en su oficio del sacerdocio, sino la ganancia, así le aconsejó a Amós que ganara bastante pan por su profecía en Judá. La capilla del rey y la corte del rey son expresiones sorprendentes para mostrar el terrible estado de religión en el que se encontraba entonces el reino, bajo servicios tan idólatras y sumos sacerdotes idólatras como Amasías. ¡Oh! ¡la longanimidad y la paciencia del Señor!

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