Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos; y no habrá más muerte, ni dolor, ni llanto, ni habrá más dolor: porque las cosas anteriores pasaron.

¡Lector! Detengámonos en este versículo, porque es refrescante. ¿Qué clima tan feliz debe ser este? Compárelo con el estado actual. Entonces mire a Jesús, quien ha comprado para nosotros tan vastas misericordias. Puedes estar seguro de que hay más de Jesús, incluso en la menor de nuestras bendiciones comunes, de lo que somos conscientes. Las espinas de este mundo, son toda la herencia que el pecado nos dejó. Por lo tanto, cada vez que se saca una espina, siempre que se encuentra algún alivio o alivio al dolor, es Jesús quien adquiere esas bendiciones.

¿Qué tan pequeño es este pensamiento de los hombres? No me refiero a los hombres del mundo, porque ¿cómo pensarán en Jesús los hombres carnales y no despiertos, que no se conocen a sí mismos? Pero me refiero al pueblo del Señor. Y, sin embargo, ¿qué doble dulzura pondría este pensamiento, al entrar en calor en la mente, en el disfrute de cada bendición? Este es el fruto y el efecto del amor de Jesús. Deseo que cualquier hijo de Dios, que lea esta breve observación cuando yo ya no exista, pueda, por la gracia, sentir que su corazón es llevado a considerarla.

Todas las bendiciones, todas las misericordias, son los frutos y efectos del amor de Jesús, y es muy bendito mirar a Jesús en ellos. Hago una bonita distinción entre la bendición más preciosa y el mismo Jesús, el Dador de esa bendición. Es bendecido, sí, muy bendecido, recibir los dones de Jesús como sus dones. Pero es mil veces más bienaventurado conocer y disfrutar a Jesús mismo en esos dones, como muestras de amor de su corazón, de donde vienen.

Amarlo es una bendición, pero ser amado por él es infinitamente más bendito. Esta es la causa, la otra es el efecto. Se dice que Él es el que enjugará todas las lágrimas de los ojos de su pueblo. Esto es una bendición. Pero por qué lo hace, es más. Porque los ama y él los ama. Esta es la corona del conjunto. Esta es la cabeza de toda bienaventuranza.

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