Mi amado es mío y yo soy de él: él apacienta entre lirios.

Aquí hay un versículo corto, pero tan completo como casi todos los de la Biblia. No necesito observar que estas son las palabras de la iglesia, en las que ella afirma y parece disfrutar de la bienaventuranza de ella, la propiedad mutua que Cristo y ella tienen el uno en el otro. Quizás las palabras podrían leerse, y eso las haría más fuertes; Mi amado es para mí y yo soy para él. Porque entonces podría preguntarse, ¿qué es Cristo para ti y qué eres tú para él? La respuesta es: Todo: hay más en él de lo que las palabras pueden expresar.

Cristo es mío, dice la iglesia, porque Dios mi Padre me lo ha dado. El mismo Jesús me amó de tal manera que se entregó a sí mismo por mí; y el Espíritu Santo lo confirmó vivificándome y uniéndome a él para siempre. Porque el que se une al Señor es un solo Espíritu. Y yo soy suyo por las mismas causas. Porque Jesús me compró con su sangre. Y Dios el Padre le dio la iglesia a Jesús para que le diera vida eterna desde la eternidad.

Y Dios Espíritu me ha hecho suyo por las conquistas de su gracia sobre mi corazón. Por tanto, Cristo es mío y yo soy de él. Y este mi amado apacienta entre lirios. Jesús había declarado antes que su amado era en su opinión como un lirio entre espinas; y aquí se dice que se alimenta entre ellos. Con lo que podemos suponer es, significa que su ojo está siempre sobre ellos, y que se manifiesta perpetuamente a ellos por su gracia. Se alimenta o se deleita en esos ejercicios de gracia que él mismo les ha dado primero. Así Jesús testifica su complacencia y deleite en ellos.

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