No me atreveré a ofrecer una sola observación de los tiempos aquí señalados. Quitado el continuo sacrificio, y la abominación desoladora puesta, el Señor ha mostrado. Porque cuando murió el Señor Jesucristo, cesaron todos los sacrificios bajo la ley. Y cuando los romanos pusieron una imagen en el templo, hubo una verdadera abominación. Pero a qué período se refieren los mil doscientos noventa días, o cuándo comienzan los mil trescientos treinta y cinco días, presumo no decirlo. Sin embargo, una cosa es cierta: se declara que ese período es un período glorioso, y el hombre bendito que se le permite verlo. ¡Alabado sea Dios por esto, en y por el Señor Jesucristo!

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