REFLEXIONES

Ven, alma mía, mira las ordenanzas judías, y con un ojo de fe contempla a tu Redentor ensombrecido en cada uno. Él es en verdad el altar de oro, el dinero del rescate, la verdadera fuente o fuente del pecado y de la inmundicia; las especias aromáticas, el aceite santo en las gracias de su Espíritu Santo; y la suma y sustancia de todas las ordenanzas divinas. ¡Queridísimo y bendito Jesús! que sobre ti pueda ser habilitado, como el altar de la ofrenda, para traer todas mis ofrendas: en tus méritos totalmente suficientes, y muerte, para descansar toda esperanza de aceptación en la certeza bien fundada, que Dios mi Padre ha encontrado en ti en rescate, y ha dicho acerca de mi alma: Líbralo de descender a la fosa.

Que Dios el Espíritu me unja con el aceite santo de sus múltiples dones y gracias; y que Jesús, mi gran Sumo Sacerdote, en su defensa perpetua, me presente en el incienso dulce y omnipresente de sus méritos, para que, siendo lavado en su sangre y aceptado en su justicia, pueda en todo momento llegar con valentía a un trono de gracia, y encuentra gracia para ayudar en cada momento de necesidad.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad