La plaga de moscas fue una sorprendente demostración de soberanía divina. Porque como Beelzebub, el dios de las moscas, así llamado, fue probablemente uno de los ídolos de Egipto, nada podría ser más admirablemente adecuado para mostrar el disgusto del Señor que castigarlos con los mismos objetos de su propia idolatría.

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