Es digno de la observación del lector, que mientras el Señor está castigando a su propio pueblo, la vara se ejerce sobre un gran número de naciones circundantes. Tenemos aquí la humillación de Egipto todavía amenazada, como en los Capítulos precedentes, y debería parecer que ha sido una gran humillación. Para exponerlo más completamente, el Profeta tiene el encargo de declarar cómo había sido derribado el rey de Asiria, y decir que tal debería ser la ruina de Egipto.

La fecha del sermón del Profeta está marcada, a modo de determinar más claramente la certeza de la cosa en sí. Espero que el Lector, al repasar esas historias del derrocamiento de naciones, no deje de conectar con ellas la instrucción que traen espiritualmente. Toda nuestra naturaleza, como esas naciones, está expuesta al justo desagrado del Dios Todopoderoso. Pero la interposición misericordiosa del Señor Jesús se convierte en la salvación de sus redimidos.

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