El lector tendrá una mejor idea de la comida tosca y escasa del Profeta, si comprende que esta mezcla de granos no solo hizo que todo fuera desagradable, sino que la asignación apenas fuera suficiente (y para un hombre pobre confinado a poner en su lado, aún más difícil) para mantener la vida. Un shekel costaba sólo media onza; y un hin sólo ocho onzas, o media pinta. Y qué método inmundo y repugnante de vestirse se le ordenó al siervo del Señor.

Y aunque el Señor, en su representación, permitió un intercambio de estiércol de hombre por estiércol de vaca con ese propósito; sin embargo, el pobre Profeta tuvo una mala comida. ¿Qué pensarían de esto algunos personajes delicados y de alto nivel de nuestro clero? ¡Y sin embargo, Ezequiel era un siervo eminente del Señor!

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