REFLEXIONES

¡Señor! ayuden tanto al Escritor como al Lector en la lectura de este Capítulo solemne, a aplicar a sí mismos los contenidos del despertar, en lo que concierne al gran día del Señor. Aún un poco, y en lo que se refiere a ambos, el clamor será, el fin ha llegado, ahora ha llegado el fin sobre ti. Alma mía, si ahora sonara la trompeta del arcángel, ¿cómo estás preparada? Ciertamente está guardada para los que temen a Dios, una corona de gloria, que el Señor, el Juez justo, les dará en ese día, y para todos los que aman su venida.

Pero la pregunta es, ¿amamos su aparición? ¿Es Jesús en su persona, en su obra, en su gracia salvadora, en la conversión de los pecadores y el consuelo de los santos, precioso? Si es así, podemos mirar hacia adelante con santo gozo y aclamar la proximidad de este gran día de Dios. Bendito entonces diremos sea el día, cuando el fin llegue al pecado y al dolor; al dolor, la enfermedad y los cuidados. Oh,! ¡Por tanto, la gracia debe estar esperando, y apresurándose hacia el gran día de Dios!

¡Lector! Al hacer una pausa en el repaso, bendigamos a nuestro bondadoso Dios del Pacto en Cristo, si es así, nuestras almas están preparadas para los problemas que vendrán sobre la tierra. Se acerca el día en que, como nos asegura solemnemente esta Escritura: todas las manos se debilitarán y todas las rodillas como el agua. En las calamidades externas de los juicios nacionales, la misma llama que quema la ciudad, consume tanto a los justos como a los malvados en ella.

Todos nadan en el mismo barco. Todos se salvan o quedan varados juntos. Pero con respecto a las comodidades interiores, la gracia eleva el alma por encima de todo peligro. ¡Oh! la bienaventuranza que se halla en ese día entre los redimidos del Señor, y sellados como los escondidos del Señor, por el Espíritu Santo para la redención eterna. ¡Concede, Padre celestial! por amor al Señor Jesús, si es tu voluntad celestial, tanto para el escritor como para el lector, tan ricas garantías de fe, que cuando venga el gran día del Señor y aparezca el mismo Jesús, podamos tener confianza y no ser avergonzado ante él por su venida!

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