(14) В¶ Haced todo sin murmuraciones ni contiendas; (15) Para que seáis irreprensibles e inocentes, hijos de Dios, sin reprensión, en medio de una nación torcida y perversa, entre la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo; (16) Sosteniendo la palabra de vida; para que me regocije en el día de Cristo, porque no he corrido en vano, ni he trabajado en vano. (17) Sí, y si soy ofrecido por el sacrificio y el servicio de vuestra fe, me gozo y me regocijo con todos vosotros.

(18) Por la misma causa también vosotros gozáis y os regocijáis conmigo. (19) Pero confío en el Señor Jesús para que pronto les envíe a Timoteo, para que yo también pueda ser de buen consuelo, cuando conozca su estado. (20) Porque no tengo a ningún hombre de ideas afines que, naturalmente, se preocupe por su estado. (21) Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Jesucristo. (22) Pero vosotros conocéis la prueba de él, que, como un hijo con el padre, me ha servido en el evangelio.

(23) A él, pues, espero enviarlo ahora, tan pronto como vea cómo me va. (24) Pero confío en el Señor que también yo mismo vendré en breve. (25) Sin embargo, pensé que era necesario enviarte a Epafrodito, mi hermano y compañero de trabajo, y compañero soldado, pero tu mensajero, y el que atendía mis necesidades. (26) Porque os deseaba a todos, y se entristeció porque habéis oído que estaba enfermo.

(27) Porque en verdad estuvo enfermo a punto de morir, pero Dios tuvo misericordia de él; y no sólo sobre él, sino también sobre mí, para que no tenga tristeza sobre tristeza. (28) Por tanto, lo envié con más cuidado, para que, cuando lo veáis de nuevo, os regocijéis, y yo sea menos triste. (29) Recibidle, pues, en el Señor con todo gozo; y tenlo en cuenta: (30) Porque por la obra de Cristo estuvo cerca de la muerte, no con respecto a su vida, para suplir tu falta de servicio hacia mí.

Todo lo que está contenido en estos versículos es tan sencillo que no necesita comentarios. Ellos exponen bellamente el estado de la Iglesia en los días de Pablo y muestran qué afecto mutuo subsistía entre los varios miembros del cuerpo místico de Cristo. Manifiestan la ansiedad del Apóstol por el bienestar espiritual y temporal de la Iglesia; el cariño de Timoteo y Epafrodito por el pueblo; y su consideración por el Apóstol y por ellos.

Nada puede dar un testimonio más interesante, con cuánto amor participaron en la preocupación del otro, que lo que se dice al final de este Capítulo. Haremos bien en recordarlo como un hermoso modelo de la Iglesia primitiva. Y roguemos al Gran Jefe de la Iglesia, que cimente a todos sus miembros en la hora actual en sí mismo y entre sí, con el mismo dulce espíritu de unión, para que todo el mundo sepa, de quién somos, y a quien pertenecemos, por esa unidad de alma, que distingue a todos los discípulos regenerados de Jesucristo.

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