El Profeta, en nombre de la Iglesia, comienza el canto de alabanza. Y sin duda alguna, es un canto gospel, en el que se celebra la redención. Probablemente con referencia a la ruina de Babilonia, que, aunque el cautiverio de la Iglesia en Babilonia no comenzó entonces, y mucho menos terminó; sin embargo, mirando al final, bajo la enseñanza del Espíritu, el profeta bendice a Jehová por sacar a su pueblo de allí y destruir a los enemigos de la Iglesia.

Pero perdemos toda la belleza de este himno, y el diseño por el cual se nos ha transmitido, si no vemos en él la fidelidad y la verdad de Jehová, en el cumplimiento de la redención por el Señor Jesucristo. Aquí la Iglesia canta y triunfa, y toda alma redimida grita en voz alta: Señor, tú eres mi Dios. Te exaltaré, porque ciertamente has hecho maravillas. ¡Lector, piensa en las maravillas de la redención! ¡Qué maravillas en tu redención!

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