Es muy bendecido leer esos pasajes de las Escrituras, en los que Jehová toma para sí su soberanía suprema. Un alma creyente encuentra un gran deleite en la contemplación. Porque, en primer lugar, la naturaleza eterna y autoexistente de Jehová se convierte en la seguridad de la Iglesia en Jesús; y, en segundo lugar, esos atributos divinos se convierten en prenda y garantía para el cumplimiento de todos los compromisos divinos con la Iglesia en Jesús.

¡Y lector! no pase por alto la dulce instrucción espiritual que se nos ha dado en aquellas relaciones de Jehová: si el Señor es solo el Jehová que existe por sí mismo y es eterno; y si tanto la luz como las tinieblas son de su creación; ¿A quién buscaremos luz espiritual para iluminar las tinieblas de nuestras pobres almas, cegadas por la caída, sino a Aquel que es el único que puede ordenar que la luz brille de las tinieblas? ¡Oh! Tú, que en la primera creación dijiste: Sea la luz, y hubo luz, ordena a la luz, en la nueva creación de las almas de tu pueblo, que brille de las tinieblas en sus corazones, para dar la luz del conocimiento. de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo! 2 Corintios 4:6 .

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