Así como el Señor prohibió al profeta hacer duelo en Babilonia, así también festejar; ambos eran igualmente inadecuados, mientras que el Consolador estaba lejos. Ruego al lector que note en ambos puntos de vista la preciosidad de Jesús, la paz y el consuelo de su pueblo, para endulzar y santificar todos los estados.

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