(5) Pero ¡oh, si Dios hablara y abriera sus labios contra ti! (6) ¡Y que te mostrase los secretos de la sabiduría, que son el doble de lo que es! Sabe, pues, que Dios te exige menos de lo que merece tu iniquidad.

¡Lector! observe cuán propenso ha sido el corazón del hombre en todas las épocas, a apelar a DIOS. Es verdaderamente espantoso escuchar, como no es raro que se escuche, discursos como este saliendo de los labios de hombres carnales; no solo entre los más abiertos y profanos, sino incluso entre algunos que se sentirían heridos si se cuestionara su religión, que asumen la libertad en desafío directo del mandamiento, para tomar el nombre del SEÑOR en cuestión y llamarlo a ser un testigo de sus ociosas afirmaciones como verdaderas.

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