Por eso me ama mi Padre, porque doy mi vida para volver a tomarla. (18) Nadie me lo quita, sino que yo mismo lo pongo, tengo poder para dejarlo y tengo poder para volver a tomarlo. Este mandamiento he recibido de mi Padre.

¡Lector! haga una larga pausa sobre estos benditos versículos, porque son los más bendecidos. El amor del que habla Jesús aquí no puede significar posiblemente el amor de Dios el Padre a Dios el Hijo, como Dios; pues entonces, en este sentido, no se daría la razón que aquí se asigna. Tampoco Dios el Hijo dio su vida como Dios. Y, además, la observación de Dios Padre amando a Dios Hijo habría sido innecesaria en Cristo para informar a los discípulos.

Porque a menos que la Iglesia tuviera facultades adecuadas para la aprehensión (lo cual es imposible), nunca podríamos tener la menor idea de qué es ese amor infinito, que una de las Personas divinas en la Deidad lleva a otra. Pero el amor del Padre a Cristo del que habla Jesús aquí, es el amor que le tiene como Dios-Hombre-Mediador. Lo amaba por su compromiso voluntario de convertirse en Cabeza y Esposo de su cuerpo, la Iglesia.

Lo amó por todos los oficios relacionados con él, al rescatar a su Esposa, su Esposa, que el Padre le dio antes de todos los mundos, de ese terrible estado de pecado y ruina en el que, en el estado temporal de su naturaleza Adán, ella se había caído. Este, me atrevo a creer, fue el amor del que habló aquí el Señor Jesús, y que Jesús valoró tanto. Y bien podrían todas las personas de la Deidad deleitarse en el amor de Dios-Hombre de Jesús por su Iglesia.

Porque la perfecta obediencia sin pecado de toda la creación de Dios, sí, si toda la creación de Dios, sumada a esa obediencia, se hubiera ofrecido como una oblación rica y plena, el conjunto no habría sido nada en comparación con la vida santa, y muerte sin mancha de Cristo en la cruz, al eliminar todo el efecto penal del pecado por el sacrificio de sí mismo, y magnificar la ley de Dios y hacerla honorable.

¡Lector! Haga una pausa más, y luego diga, si Dios el Padre amó así a Cristo por nuestra cuenta, piense entonces cómo Dios el Padre debe amarnos. Y si Jesús fue tan amado por el Padre por nosotros, ¿cómo debemos amar a Cristo?

No debo permitir que el lector se aparte de esos dulces versículos antes de que él también haya notado, y con la debida atención que merece, lo que Jesús ha dicho acerca de su propio poder soberano y divinidad. Si nadie tuviera poder para quitarle la vida, sino como dice en otra parte: Como el Padre tiene vida en sí mismo, así le ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. Juan 5:26 .

¡Que el Lector reciba de esas preciosas palabras la seguridad del Señor de su naturaleza y oficio como Dios-Hombre-Mediador! ¡Oh! ¿Cuán infinitamente grande debe ser su naturaleza, cuán llena de gloria y dignidad su persona, que poseía así un poder tan infinito? ¿Y cuán indescriptiblemente grande su amor, que nos amó tanto como para darse a sí mismo por nosotros en ofrenda y sacrificio a Dios en olor grato?

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