REFLEXIONES

¡Lector! roguemos los dos a Dios Espíritu Santo, por su dulce y gracioso oficio, que nos lleve al propiciatorio, que finalicemos nuestras oraciones cuando estemos allí y que nos dé todo lo que conviene a ese lugar sagrado; que Él, con su rica misericordia, nos ayudará en nuestras debilidades, para que podamos hacer lo que Jesús manda aquí, orar siempre y no desmayar. Y ¡oh! qué motivos incontestables nos ha proporcionado el Señor aquí, al contemplar a un juez cruel, insensible y que cumplía el tiempo, al que finalmente se persuadió para dejar paso a la incesante importunidad de una viuda pobre; cuando recordamos que el Señor a quien vamos en Cristo, es nuestro Padre justo, misericordioso y compasivo; y quien él mismo ha dicho expresamente: ¡Sucederá que antes de que llamen, yo responderé, y mientras todavía están hablando, oiré! ¡Oh! por fe,

Señor, esconde el orgullo de nuestros ojos, para que ningún hijo tuyo sea teñido de orgullo como este fariseo altivo y cegado; pero da a todos tus redimidos la gracia de ser humillados como este pobre publicano, para que con la contrición propia como la suya, cada uno de nosotros se golpee el pecho como él lo hizo, diciendo: ¡Dios, ten misericordia de mí, pecador!

Y ¡oh! por las continuas enseñanzas y la guía del Espíritu Santo, para que como niños que desean la leche sincera de la palabra, vengamos a Jesús; y nunca te entristezcas, como lo estaba el joven rico de este mundo, cuando se le pidió que lo dejara todo por Cristo. ¡Hazlo, bendito Señor! Haz por nosotros como por el ciego cerca de Jericó, pon un clamor en nuestro corazón, y cuanto mayor sea la reprensión impía por seguir a Jesús, más clamarán nuestras almas por él, hasta que Jesús escuche y responda la oración, abra todos los sentidos cegados de nuestras facultades espirituales, y nos da la gracia de seguirlo en la regeneración; para que glorifiquemos al Señor en la tierra y lo alabemos por toda la eternidad en el cielo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad