(30) Y partieron de allí y pasaron por Galilea, y no quiso que nadie lo supiera . (31) Porque enseñó a sus discípulos y les dijo: El Hijo del Hombre es entregado en manos de los hombres, y le matarán; y después de que lo maten, resucitará al tercer día. (32) Pero ellos no entendieron esa palabra y tuvieron miedo de preguntarle.

No detendré más al Lector, en una observación sobre estos versículos, que sólo para pedirle que se dé cuenta de la ternura con que el SEÑOR comenzó a abrirles el tema de su muerte. Lo había notado levemente, en el capítulo anterior, versículo 31; y aquí de nuevo mantiene su recuerdo. Y que el lector no deje de comentar que en ambos lugares, el SEÑOR se complace en conectar junto con su muerte, la certeza de su resurrección.

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