"Y llamando a la multitud, les dijo: Oíd y entendid: (11) No lo que entra en la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. (12) Entonces vino sus discípulos, y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron después de oír esta palabra? (13) Pero él respondió y dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.

(14) Déjalos: son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán al hoyo. (15) Entonces respondió Pedro y le dijo: Cuéntanos esta parábola. (16) Y Jesús dijo: ¿También vosotros estáis todavía sin entendimiento? (17) ¿No entendéis todavía que todo lo que entra por la boca, entra en el vientre y se echa en la corriente? (18) Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y contaminan al hombre.

(19) Porque del corazón salen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falso testimonio, blasfemias. (20) Estas son las cosas que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.

Paso por alto todo este pasaje por ser demasiado sencillo en sí mismo para necesitar un comentario. Pero le ruego que llame la atención del lector sobre ese versículo en el medio. Toda planta (dice Jesús) que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Que nada puede mostrar más decididamente, el amor eterno e inmutable de Jesús a su pueblo, plantado por la gracia soberana, hecho uno en Cristo, y recibiendo las señales distintivas de su amor: es imposible para los que son plantados así por el Señor, puede caer.

Pero, por otro lado, todos los que no son de esta raza, seguramente caerán. ¡Oh! la bienaventuranza de la gracia distintiva. ¡Señor! Con dulzura da gracia al mejoramiento de tu pueblo, para que sepamos dónde estamos y a quién pertenecemos. Y apártate de tus redimidos, falsos maestros y falsos guías, para que no corramos peligro de ser guiados por ciegos, y ambos caigamos en condenación.

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