Y llamó a la multitud, y les dijo: Oíd, y entended:

Y llamó a la multitud, y les dijo. El diálogo anterior, aunque a la audiencia de la gente, fue entre Jesús y los fariseos caviladores, cuyo objeto era menospreciarlo con la gente. Pero Jesús, habiéndolos abatido, se vuelve hacia la multitud, que en ese momento estaba dispuesta a beber todo lo que Él decía, y con admirable sencillez, fuerza y ​​brevedad establece el gran principio de la contaminación real, por el cual un mundo de esclavitud y la inquietud de la conciencia se disiparía en un momento, y el sentido del pecado quedaría reservado para las desviaciones de la santa y eterna ley de Dios.

Escuchar y comprender:

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