¡Lector! ¿No se te ocurre al leer este relato de la profanación del sábado, que hay una semejanza demasiado grande entre los días de Nehemías y el presente, en este pecado clamoroso de nuestra tierra culpable? No todos deben decir que dirán la verdad, que nunca hubo un período más alarmantemente malvado en este particular que el presente. ¡Oh! ¡vosotros amos de familia! padres de la nueva generación! ¿No estáis seriamente preocupados por los juicios del Señor que puedan seguir? y no intentaréis una reforma para prevenir un gran pecado con el más espantoso mal, tanto en lo que concierne a la vida presente como a la venidera.

Y ¡oh! Ustedes, ministros del santuario y magistrados fieles del pueblo, que el Señor aliente sus corazones y manos a seguir el brillante ejemplo de Nehemías, y a traer de vuelta los días de reposo sagrados del Señor a su santidad original. La oración de Nehemías al final de este pasaje para que Dios lo recuerde, explica dulcemente el sentido en el que él buscó ese recuerdo; es decir, en la grandeza de la misericordia divina. ¿Y dónde está la grandeza de la misericordia de Dios sino en Jesucristo?

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