El que guarda su boca y su lengua guarda su alma de angustias. Orgulloso y altivo escarnecedor es su nombre, que se ofrenda con soberbia ira. El deseo del perezoso lo mata; porque sus manos se niegan a trabajar. Codicia todo el día, pero el justo da y no perdona. El sacrificio de los impíos es abominación: ¿cuánto más si lo ofrece con maldad? El testigo falso perecerá, pero el que oye, habla constantemente.

El impío endurece su rostro, pero el recto encamina su camino. No hay sabiduría, ni entendimiento ni consejo contra el SEÑOR. El caballo está preparado para el día de la batalla, pero la seguridad es de Jehová.

Incluyo el conjunto bajo un punto de vista de que el lector puede sacar sus propias conclusiones bajo la guía del Espíritu, y estoy persuadido de que corresponderá al sentimiento con el que el sabio cierra el capítulo. Cualesquiera que sean nuestros planes o nuestros planes, el consejo del Señor permanece firme. Todos nuestros logros son como la fuerza de los caballos en la batalla; no puede haber seguridad sino en Jesús. Si él es nuestra porción, todo irá bien.

Si Cristo es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Pero si no lo tiene, puede hacer que incluso nuestras mismísimas comodidades ministren nuestra destrucción. ¡Lector! Oren, asimilen con estas escrituras esa bendita porción del apóstol, como una confirmación divina de la totalidad; Romanos 8:31 hasta el final.

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