REFLEXIONES

¡Lector! en medio de la mirada mezclada que este Capítulo ofrece de la gracia y la corrupción, en todos sus efectos y consecuencias opuestos, así como en su origen y terminación, ¡oh! para que Dios el Espíritu Santo sea nuestro maestro, para darnos un entendimiento correcto en todas las cosas. Si el corazón del hombre está sujeto a la dirección divina, y el hombre por sí mismo no puede guiar correctamente sus pasos; ¿Puede haber algún argumento que quiera inducir al alma a mirar a Él, con quién están los resultados de la vida, y quién hace girar el corazón como ríos de aguas donde le place?

¡Lector! fíjese bien en lo que este capítulo relata sobre los impíos y los que no han despertado. Son incircuncisos de corazón y de oídos. ¡Qué propenso a todo mal, qué aversión a todo bien! son trabajosos para el pecado y Satanás, y son llevados cautivos por él a su voluntad. ¡Oh! para que la presa sea arrebatada a los valientes; y librado el cautivo legítimo.

Miren las almas de los regenerados y aquellos a quienes Jesús les abrió los ojos y los sacó de las tinieblas y de la sombra de la muerte. Su deleite está en la ley del Señor, y en esa ley se ejercitan día y noche. Tienen a Dios como su Padre, a Cristo como su porción y al Espíritu Santo como su maestro y guía. ¡Señor, ayuda tanto al escritor como al lector a ser así bendecidos, así guiados y así hechos felices! Que seamos conducidos de fortaleza en fortaleza hasta que comparezcamos ante nuestro Dios en Sión.

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