REFLEXIONES.

¡LECTOR! En el seno de este capítulo se encontrarán muchas reflexiones muy bendecidas, que ruego al Espíritu Santo que las abra y las explique a usted ya mí. Y entre los muchos, el de comer el panal de miel que induce la enfermedad no es el menor. Si el Espíritu bendito es el Mensajero fiel para nuestras almas aquí, espero y confío en que ambos seremos refrescados en la vista, como por la nieve del Líbano en el tiempo de la cosecha, o por las frías aguas que fluyen de otro lugar.

Y qué enfermedad como la enfermedad del alma, cuando de haber visto a Cristo como necesario, y haber tenido tales opiniones de él que inducen esos anhelos y deseos por él, que nada más que él puede satisfacer: todo el corazón está enfermo, y todo la facultad desfallecerá hasta que se disfrute de Cristo. ¡Precioso Señor! dame esta enfermedad, que no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Dame tanto anhelo por ti; tan apasionadamente desearte; para que, como la iglesia, clame: Deténme en jarras, consuélame con manzanas, porque estoy harto del amor. Que mi alma te busque como a un tesoro escondido; sígueme con empeño en las ordenanzas; te pondré como un sello en mi corazón, como un sello en mi brazo, porque el amor es fuerte como la muerte, los celos son crueles como la tumba: que me deleite en oír tu nombre, más dulce que toda la melodía de la música para mi oído, o la fragancia del ungüento al olor.

Y nunca; Nunca, te rindas, hasta que tales manifestaciones renovadas de mi Señor sean hechas en mi corazón, que bajo la impresión de tu presencia vivificante del alma, pueda gritar: Es la voz de mi amado: he aquí que viene saltando sobre las montañas y saltando sobre las colinas. Y ¡oh! Apresúrate, amado mío, y ven, porque la esperanza diferida enferma el corazón; y cuando llega el deseo, en verdad es un árbol de vida.

¡Sí! Bendito Jesús, pronto vendrás y no nos separaremos más. Llegaré, llevado por ti en alas de águila, a ese clima bendito donde el morador no dirá más: Estoy enfermo: el pueblo que habita en él será perdonado de su iniquidad. Amén.

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