¡Cuán deliciosamente se acerca este versículo a lo que sucedió antes! ¿Por qué se otorgan tales bendiciones? bien podría preguntarse: ¿Por qué nos hizo Jehová, y nos hizo nuevos, en Cristo Jesús? ¿Por qué abrió sus atrios celestiales y nos invitó a entrar? ¿Es porque el hombre es digno, fiel y justo? Oh no; porque en nosotros mismos somos de lo más indignos. ¿Por qué, entonces, la inmensa misericordia? Porque el Señor es bueno; el Señor es misericordioso; se deleita en la misericordia.

Tendrá compasión de quien tenga compasión. Y esa gracia y misericordia, como él mismo, es inmutable: lo mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Aleluya, entonces, Amén. Aleluya. Aclamad con júbilo al Señor, toda la tierra.

REFLEXIONES

Pausa, lector, pausa mi alma y contempla las innumerables bellezas y la vasta dulzura contenida en este breve pero completo Salmo. No es de extrañar que se cante con tanta frecuencia en nuestras iglesias. No es de extrañar que, mientras se canta, tantas almas de verdaderos creyentes sientan un goce tan rico en él: presentando, como lo hace, las personas tanto de Dios como de su Cristo; con las muchas ricas bendiciones contenidas en las relaciones de convenio del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

¿Y no se unirán al ruido de júbilo todas las tierras que han de ver la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo? ¿No se regocijarán juntos judíos y gentiles, esclavos y libres? ¿No se ofrecerá en todo lugar, como el Señor ha dicho, incienso al nombre de Jehová, con ofrenda pura, desde el nacimiento del sol hasta su puesta? - ¡Venid, pueblos todos, naciones todas, altos y humildes, ricos y pobres, unos con otros: venid, cantad las alabanzas de Jehová, el Creador, Redentor, Santificador! Venid a su presencia con acción de gracias; entra en sus atrios con alabanza.

Porque en verdad es misericordioso y recibirá el homenaje de sus criaturas en Jesús. ¡Ven, lector! ¡Ven alma mía! Ven, ven ante él. Tiene derecho a recibir nuestra alabanza. Él lo exige; lo espera de nosotros. ¡Oh! por la gracia de adorarlo en la hermosura de la santidad, y de cantar el cántico jubilar de la salvación, en y por Jesucristo. Amén.

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