Lector, deténgase sobre estos versículos. ¡He aquí en uno, qué doctrina entrañable contiene! Mirad en el otro, las solemnes denuncias. Como la columna de una nube, en el desierto, el aspecto de gloria y luz para uno, se convierte en oscuridad y terror para el otro. ¡Jesús! Que tus ojos estén sobre el que ahora escribe, y el que en el futuro lea estas líneas; y deja que las dulces influencias de tu Espíritu Santo induzcan la fidelidad y toda la gracia necesaria en nuestros corazones.

¡Oh! para habitar contigo, condescendiente Señor de tu pueblo, y tú para habitar con nosotros y ser en nosotros la esperanza de gloria: ¡qué inefable felicidad es esta! Ven, Señor, y haz de nuestro corazón tu hogar; y habita en nosotros, y reina y domina en nosotros, para siempre. Amén.

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