Esta parece ser una conclusión general. El hombre de Dios, habiendo abordado el tema desde el principio, y habiendo mostrado cómo todos los hombres, y especialmente los redimidos, deben bendecir a Dios por su bondad: y habiendo ejemplificado, en los diferentes y diversos acontecimientos que están sucediendo en la vida, como bien en el mundo de la providencia como en la gracia, cómo el Señor vela por su pueblo para bien, y finalmente castigará al mal; hace de esta la reflexión final: "El sabio meditará y observará; y el que lo haga comprenderá la bondad amorosa del Señor".

REFLEXIONES

Y ahora, lector, ¿cuál debería ser el resultado de todo este largo y hermoso discurso, sino en una aplicación directa del mismo a nosotros mismos, para bendecir a Dios y darle gracias por siempre? Y ¡oh! si usted y yo podemos anotar en nuestra propia historia, el tema de la redención, qué notas de alabanza fuertes y crecientes deben engrosar nuestro cántico: Él se acordó de nosotros en nuestra baja condición, porque su misericordia es para siempre. ¡Di, alma mía! ¡Te ha reunido el Señor de las tierras! ¿Te ha llevado a casa para él solo? ¿Te encontró en tierra desolada y estéril, hambriento y sediento, y toda esperanza se secó dentro de ti? ¿Y te ha traído por camino recto, a una ciudad habitada? ¡Oh! entonces, alabad al Señor por su bondad, y contad las maravillas que hace a los hijos de los hombres.

Y mira que Jesús es cada vez más precioso para ti en el futuro. Todo tu interés y seguridad proviene del pacto de amor de Dios en Cristo. No hay misericordia de Cristo; toda la aceptación de nuestras personas y la seguridad eterna de los redimidos, todo está en Jesús. Asegúrate, entonces, de que todas tus fuentes frescas estén en él.

Y ¡oh! ¡Que el sentimiento de misericordias pasadas pueda convertirse en dependencia y seguridad del futuro! Si el Señor se acordó de ti en tu humildad, sin pensar en él; seguramente su gracia te respetará ahora, cuando desee su conocimiento y su amor. Porque si mientras tu corazón era más duro que una piedra, pasó Jesús y te mandó vivir; no te rechazará ahora que ha ablandado tu corazón con su gracia.

¡Precioso Señor Jesús! en ti encuentro todas las cosas, tanto para la paz presente como para la felicidad futura; y por eso a ti vengo, de ti dependo, y de ti espero todas las cosas. El Señor es mi fuerza y ​​mi cántico; y ha llegado a ser mi salvación, amén.

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