REFLEXIONES

LECTOR, usted y yo reflexionamos sobre las reflexiones solemnes, aunque deliciosas, que sugiere este salmo. Contempla en él el estado de la iglesia, y de cada individuo de esa iglesia, tal como está, en un estado de naturaleza no regenerada, antes de que el Señor los saque del Egipto del pecado y la corrupción. Éramos por naturaleza (dice el Apóstol) hijos de ira, al igual que los demás. Contempla la gracia distintiva de Dios en Cristo, que marca la diferencia entre un pueblo de lengua extraña y aquellos que pueden cantar el cántico de Moisés y el Cordero.

¡Contempla el poder y la soberanía de la gracia todopoderosa! ¿Quién detendrá al Israel del Señor cuando los saque? ¿Qué cadenas del pecado o Satanás atarán a los que el Señor libera? Ni montañas de pecado ni mares de incredulidad podrán resistir contra Jesús y su ejército. ¿Quién eres tú, oh gran monte, diga el creyente, delante de nuestra gloriosa Zorobabel? Te convertirás en una llanura. Él es quien sacará su lápida, con gritos, clamando: Gracia, gracia a ella.

Y, ¡oh! ¡Bendito Señor, que todo lo conquista! Tú que sometes al enemigo delante de tu pueblo, también dominarás la enemistad de tu pueblo. ¡Sí, Jesús todopoderoso! Tú eres exaltado como Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados. Y, por tanto, volverás el corazón de los padres hacia los hijos, y los desobedientes a la sabiduría de los justos. Regenerarás nuestra naturaleza y harás nuevas todas las cosas por medio de tu poder soberano que todo lo crea.

Todo ojo se llenará de lágrimas de amor y arrepentimiento; toda rodilla se doblará ante ti; toda lengua proclama tu alabanza. El cántico universal de todos tus hijos rescatados será: ¡Salvación para Dios y el Cordero!

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