REFLEXIONES

Ciertamente este Salmo abre una visión más bendita de Jesús; y difícilmente es posible repasar su lectura, si el alma se despierta al goce renovado de su Señor, sin dejarse llevar por él a seguir los pasos de Aquel a quien amamos, a través de todo su accidentado ministerio, hasta vemos esta piedra desechada la cabeza del ángulo. Bendito Espíritu! Yo diría: Tú, Señor misericordioso, en tu única obra de gracia de glorificar a Jesús, diriges mi corazón, mientras leo esta bendita escritura tuya, para rastrear a Aquel a quien mi alma ama, a través de cada parte de ella.

Y al comienzo mismo, ¿no veo a mi Señor y Salvador asumir mi naturaleza con el propósito de salvación e invocar al Padre, como lo registra este Salmo, en su angustia? hasta que el Padre oyó y respondió, y lo llevó a un lugar espacioso? ¿No ves al Padre de su lado, cuando los fuertes toros de Basilan lo acosan, y cuando la asamblea de los impíos lo encierra? Y aunque todas las naciones le rodeaban, y eran como abejas, así se le echaba encima; sin embargo, en el nombre de Jehová, ¡cómo los venció nuestro Señor! ¿Y no sentiré yo, con tales puntos de vista creyentes del Señor Jesús, mi alma entera yendo tras él en amor, alabanza, obediencia y afecto? ¿dar la bienvenida al Salvador venidero y quedarnos asombrados de hechos tan maravillosos relacionados con la salvación, que son maravillosos a nuestros ojos?

¡Precioso Jesús! tú, piedra fundamental que Jehová tu Padre puso en Sion. en ti, Señor, que mi alma descanse toda su tensión, en busca de fuerza y ​​ayuda, de unión y prosperidad. Que los que no te conocen, como los necios constructores judíos, continúen rechazándote. ¡Pobre de mí! sobre quien finalmente caigas, lo triturarás hasta convertirlo en polvo. Pero ¡oh! Concédeme, Señor, descansar completamente sobre ti, y como piedra viva, edificada sobre ti cada día.

¡Sé tú para mí, la roca de los siglos! ¡Sé tú para mí, esa montaña bendita, cortada sin manos, que ha de llenar la tierra! ¡Llena tú, alma mía, todo mi corazón y todos sus afectos! Y sé tú esa piedra, sobre la cual hay siete ojos, para que pueda estar eternamente deleitándome contemplando tus bellezas, tus glorias, tus excelencias, tu idoneidad y toda suficiencia, hasta que llegue a contemplar tu rostro en gloria; para que cuando despierte a tu semejanza, me sacie de ti.

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