KOPH.

Estos versículos nos dan una visión interesante de Jesús y describen algunos de esos conflictos, bajo los cuales se vio obligado a alzar la voz a Dios su Padre, con fuertes llantos y lágrimas. Aprendiendo como un Hijo (dice el apóstol) la obediencia por las cosas que padeció. Cuando consideramos la magnitud de esos sufrimientos, su causa y los vastos y eternos fines que deben lograr; y cuando consideramos además la naturaleza en la que Cristo se puso, y la carga de culpa en esa naturaleza, que Cristo tomó sobre sí mismo cuando murió, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; podemos estimar en cierto grado cómo se podría suponer que Jesús, el Jesús santo, paciente, manso y sufriente, lloraría con todo su corazón, y clamaría desde lo más profundo de la angustia del alma: ¡Sálvame! oye mi voz, conforme a tu misericordia.

¡Querido señor! ayúdame, en mis pequeños ejercicios, a recordar tu brillante y glorioso ejemplo. Hazme considerarte a ti, que soportaste tal contradicción de los pecadores contra ti mismo, para que no me canse y me desmaye. ¡Oh! ¡Tú misericordioso Sumo Sacerdote! Que siempre tenga en cuenta tu bendito modelo y la dulce y consoladora instrucción que lleva consigo; que en cuanto tú mismo padeciste siendo tentado, podrás socorrer a los que son tentados.

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