REFLEXIONES

LECTOR, aquí sentémonos y contemplemos a nuestro Jesús, Rey y Ciudadano de Sión. Primero, vean su persona sin mancha, en las bellezas y la hermosura de nuestra naturaleza, santa, inofensiva e inmaculada, y como tal con derecho a una residencia eterna en el monte santo, en el tabernáculo celestial; y luego también nuestro derecho de herencia, en virtud de nuestra unión con él.

Aquí está su descripción justa y sorprendente, aunque breve, cuando salió para la salvación de su pueblo. Debía ganar la corona antes de ponérsela. Él debía manifestar la santidad de su naturaleza, antes de ascender al monte santo de su morada eterna: por eso tomó sobre él nuestra naturaleza, en la pureza de esa naturaleza, y en esa naturaleza se encontró sin engaño ante Dios. Ni un solo pensamiento de su corazón era extraño, o contrario a la ley de su Padre. Por eso pudo y dijo: Me deleito en hacer tu voluntad, oh Dios mío; sí, tu ley está en mi corazón.

Y así como se regocijó en hacer la voluntad de su Padre, por una perfecta conformidad a todos sus preceptos, así se convirtió en un sacrificio voluntario por las infracciones de la ley que su pueblo había cometido, con su muerte; eso, tanto haciendo como muriendo; podría recuperar lo que el hombre había perdido y abrir el reino de los cielos a todos los creyentes. Y así le convenía, al llevar muchos hijos a la gloria, ser todo esto, e infinitamente más, para ser "el Señor justicia nuestra".

Ahora bien, lector, aquí es, en virtud de su santidad y pureza, que nuestra naturaleza ha recuperado la santidad y pureza originales que perdió nuestro primer padre; y solo por Jesús, un paraíso mejor que el que perdió Adán, incluso uno celestial en la Sión de arriba, adonde su pueblo tiene derecho a ascender y morar eternamente con él. Unidos a él en espíritu, en virtud de las influencias de su Espíritu, somos vivificados y mantenidos vivos en gracia, y poco a poco estaremos con él en gloria.

Y aunque mientras llevamos con nosotros un cuerpo todavía abierto a la corrupción, y a la maduración diaria por la corrupción para la tumba, y como tal sentimos, a veces, los tristes estallidos de los enemigos restantes a nuestra paz acechando dentro, sin embargo, la hora Se apresura cuando esta corrupción se vestirá de incorrupción, y este mortal se vestirá de inmortalidad. ¡Granizo! ¡Tú, Señor Todopoderoso! en tu luz veremos la luz.

¡Sé tú nuestra porción mientras estás abajo! Ayúdanos a ascender ahora por fe al monte santo de tu morada, y en tu justicia para contemplar tu persona y completar la obra, hasta que nos lleves a casa para contemplar tu gloria y morar contigo para siempre. Amén.

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